martes, 15 de noviembre de 2011

MUÑECA INDIA.


Una muñeca de trapo
hecha por una niña indígena de mi Pais
me sonríe desde la penumbra
de un rincón de mi cuarto,
donde escribo,
para que me lean mis compatriotas,
menos los que hacen muñecas de trapo,
porque ellos no saben leer.

Me consuela pensar
que soy tan elitista e intranscendente
como lo son los grandes poetas.
Y es que mi canto enmudece en el papel,
se ahoga en la tinta:
no sabe volar.

En cambio, los indios de mi Patria
aprenden el idioma verídico del viento
materno de la tierra y claro del sol.

Su poesía es lúcida y mágica,
que se transporta por contacto
de piel a piel;
que entra por los ojos
hasta la médula del alma
que hermana las razas
con el lenguaje anterior a la palabra,
idioma gesticular y sensual del cuerpo.

Poesía-semilla, poesía-vida, poesía-universal,
poesía del hombre para los hombres,
poesía muralla que lo mantiene alejado
de voces bárbaras, que pretenden exterminarlo.

El indio es territorio
ilegalmente ocupado
por una civilización tiránica
que lo dobla, pero no lo quiebra.

Los pueblos indios del Mundo
esperan tiempos mejores,
de justicia y libertad para su gente.

Mientras eso sucede
aman a la luz de la luna,
hablan con sus dioses morenos
 y afilan pacientemente
el pedernal de la venganza.

Acostumbrados al canto omnipresente
de la naturaleza,
es comprensible que no escuchen
la voz distante de un poeta,
cuando escribe sobre el indio analfabeta
de su País.

Después de oír toda esta palabrería insulsa,
mi muñeca de trapo se ríe de mí
desde el rincón del cuarto donde escribo,
para que me lean todos mis compatriotas,
menos los que hacen las muñecas,
porque ellos no saben leer.

Carlos Lopez Moctezuma.

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